Dentro de

GUERRA


Estaba nublado, todos los colores eran de color gris, opacos, en aquel bosque era de día por una cuestión horaria y no por la claridad.  Su mente estaba mimetizada con el ambiente, también le faltaba claridad. Apoyado de espaldas en aquel árbol, escuchaba el bullicio silencioso de los bosques,
escuchaba los latidos de su corazón, sentía en todo su cuerpo como fluía su sangre, estaba conciente de todo, en estado de alerta, con las dos manos en su arma, y su dedo índice en el gatillo preparado para disparar.
Exhaló profundo, moverse significaba arriesgarse a ser visto, quedarse tampoco era una buena opción, todavía estaba vivo, ya había perdido a sus compañeros, y dejado fuera de combate a varios enemigos.
Esta no es mi guerra pensó, y se arrepintió de no haberse negado a ir, ya tenia 20 años y la elección había sido suya,  pero no era el mejor momento de hacer análisis, sino más bien de vencer al enemigo, de despejar la mente para poder apuntar con claridad.
Antes que todo comience miró como todos se colocaban los cascos, los uniformes camuflados, y pensó que tal vez no tendría la necesidad de disparar, que ellos lo harían primero, nunca antes había apuntado a alguien, ni siquiera le gustaba cazar, y ahora se veía a sí mismo cargando el arma, repasando los pasos del disparo, verificando los seguros de su ametralladora.
Entrada la batalla vio como las cosas eran distintas de lo que había imaginado, muchos gritos, un infinito desorden, miedos, egoísmos, todas reacciones que respondían al instinto más a que a la razón, se actúa diferente con un arma en la mano, todo es distinto en la batalla.
Y allí estaba, todavía con su espalda en aquel árbol, tratando de imaginar la mejor estrategia, estaba solo, ya todo dependería de él. Trato de orientarse, como si eso fuera a salvarlo, como si solo con saber donde está el este o el sur alcanzase para algo, pero a pesar de la inutilidad debía elegir un rumbo, un lugar imaginado donde llegar para alejar sus miedos de quedarse allí.
Se decidió por el oeste, si no estaba desorientado era allí donde debía volver, hacía allí correría. Cuando se disponía a salir del lugar donde estaba parapetado escuchó ruidos, los chirridos de las ramas secas siendo pisadas, sus manos se llenaron de sudor, además de su corazón y su sangre, ahora sentía la adrenalina, era a todo o nada, él y su enemigo.
¿Enemigo? Si no lo conocía, nada le había hecho, aun así aquel extraño no titubearía en eliminarlo aunque tampoco le conociera.
Los ruidos fueron más fuertes, tal vez el enemigo ya estaba del otro lado del árbol, tomo coraje, salió del árbol y giró rápido con el arma lista para disparar, y allí estaba el causante de los ruidos, no era más que un pequeño ciervo, que luego de la mínima fracción de segundos que se inmovilizó para mirar a su verdugo a los ojos, echó a correr. La expectativa de encontrar un enemigo le había jugado una mala pasada, tan solo era un animal pensó, bajó el arma, la que sostuvo solo con su mano derecha mientras secaba su sudor con el brazo izquierdo.
No alcanzó a secar su frente cuando escuchó los dos disparos, al salir de detrás del árbol había quedado totalmente visible en aquel claro, miró su pecho, vio los dos impactos, el color rojo viscoso chorreaba de su pecho, por sus piernas, se arrodilló.
Sentado sobre sus piernas, vio avanzar a su enemigo, aquel que no conocía, riendo casi perversamente mientras levantaba el arma, con la que le había disparado, como si fuera un trofeo. Todo había terminado.
Aquel desconocido se acercó y le ayudo a levantarse, lo invitó con agua de su botella, juntos caminaron hasta el punto de reunión para devolver cascos, uniformes, las armas o marcadoras como suelen llamarlas, aquel juego de Paintball lo había agotado y la pintura roja era la marca de su derrota.  

                                    
                                                                    FIN
 

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