Dentro de

La Peluqueria


Hoy, luego que todos me miraran para arriba, decidí ir cortarme el pelo, esta vez deje lo habitual que es el auto corte con la maquina Philips (es la que recomiendo) y me fui a la peluquería del Barrio...

Estacione frente a la puerta,
vi que había dos personas, el peluquero y algún amigo, pero el sillón, ese trono antiguo y divino, libre...

Entré, no pude calcular sus edades, eran lo de después, dos personajes añejos, de los cuales no pude evitar sentirlos propios, hacerlos parte de mi historia barrial, me gustan las historias de barrio, de vecinos... adoro cuando Esther le trae golosinas a mis hijos.

Quedada en el tiempo, entre los ´70 y los ´80 estaba la peluquería, una estampa, un viaje al pasado, una amistad de hombres que se tratan de "usted", un lugar a donde yo quería ir.

El sillón, la música de la radio "Argentina", el diario, siempre el diario, y las conversaciones inimaginables, sobre las familias del barrio, sobre la Madre María, sobre la tumba de Gardel en chacarita y la de Evita en Recoleta, todo era maravilloso.

El ARTE del peluquero, su experiencia, y el modo con me mantuvo de espaldas al espejo, a sabiendas que cuando me corriera frente a él, yo iba a encontrar lo pedido, por su oficio, por su navaja, por su interés en ganar un nuevo cliente.

Y así fue, luego de ver rodar hasta el suelo parte de mi pelo, luego de sentir la navaja, luego de sentir el pulgar en mi sien marcando la posición que tenia que adoptar, giró el sillón como quien presenta su obra... y allí estaba yo frente al espejo, con un corte de pelo exactamente como le había pedido.

Por la edad de su dueño no se cuanto tiempo más estará abierta la peluquería de mi barrio, pero mientras tanto será "mi peluquería" un espacio detenido en el tiempo donde compartir con mis mayores su experiencia, su respeto por el otro, su cortesía. Los admiro, me encantó cortarme el pelo allí, y además contarlo.   

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